domingo, 22 de agosto de 2010

Capítulo 2 (parte II) Sólo tu sabes cómo me siento.

Sólo tu sabes como me siento (segunda parte).


Después de la mañana del lunes, que como todas los demás solía ser desastrosa, me disponía a ir a mi trabajo de por las tardes. Los lunes, los miércoles y los viernes por la tarde los pasaba en una tienda de música. Para mí era el mejor trabajo que podría tener una adolescente, bueno, al menos yo, porque el resto de las chicas “normales” tenían el gran sueño de trabajar como dependienta en el Bershka, una tienda de ropa pija y en la que me miraban mal cuando entraba.


No me abrían contratado nunca en la tienda, pero según mi abuela, ya que no recuerdo muy bien aquel momento, el dueño, que se llamaba John, fue la persona quien me encontró hace dos años al lado del cadáver de mi hermana, aunque para mi fue quien me libró de una muerte segura a manos de un sanguinario vampiro, por lo que me tenía afecto y con mis 16 años recién cumplidos me contrató como vendedora en su tienda.

Esta se encontraba en una de las calles traseras de Triana, una gran avenida peatonal llena de tiendas y donde se solían reunir todos los adolescentes los viernes, justo donde me encontraba yo ahora, caminando, con mi mochila negra que utilizaba como bolso, llena de chapas de series de manga que me había puesto Eric, al hombro. Giré a la derecha para adentrarme en el laberinto de calles transversales que rodeaban triana hasta llegar a la calle Viera y Clavijo, desde donde se podían ver a unos metros el cartel gigante con letras azules de neón que formaban la palabra Picholi, el nombre de la tienda.

Abrí la pesada puerta de cristal y en cuento pase dentro me inundó la música que ponía a tope Sergio, uno de los empleados que hacia el turno de tarde conmigo, Sonaba “if you want blood, you got it” de AC/DC, uno de sus grupos favoritos
http://www.youtube.com/watch?v=wkNQjsgQNP0

Me acerque al mostrador y me lo encontré vaciando en éste una caja llena de púas blandas de todos los colores existentes.

-hey!!- le saludé chocando los puños.

-¿que tal enana?- dijo con una sonrisa, la cual nunca se borraba de su cara. Ojala supiera su secreto para estar siempre tan feliz.

- pues ahora que sacas el tema que sepas que mi problema mental mejora- dije bromeando sobre mi pequeño … bueno no tan pequeño problemilla, le cual no mejoraba nada en absoluto.

-¿a cual te refieres, al de esquizofrenia o al de doble personalidad?- dijo bromeando, le eché una mirada asesina y el se rió a carcajadas mientras colocaba las púas en su sitio.

Sonó la campanita que estaba colgada de la puerta, lo que indicaba que entraba un cliente.

Miré hacia la pureta y allí estaba Lucas, un chico que a mi parecer venia todos los días a la tienda solo para verme, de echo se empezó a interesar por las guitarras para poder sacarme tema de conversación cuando se acercaba a mí.

-h-hola Mell- me saludo de la manera tímida con la que hacía siempre. A juzgar por su vestimenta nadie diría que este chico fuera tan tímido. Hoy llevaba unos pantalones ajustados rojos de tela escocesa y las botas militares negras con cadenas que llevaba siempre.

-¿quieres que te enseñe las nuevas guitarras que hemos traído?- dije para sacarle tema. Su mirada, que miraba tímida al suelo se iluminó.

-claro!- salí del mostrador de cristal y Lucas me siguió hasta un lado de la tienda donde estaban las guitarras eléctricas, mi especialidad entre la música.

-mira esta Ibánez negra es preciosa-dije señalándosela. No pude evitar fijarme en sus ojos verdes lima intensos que me miraban de una manera curiosa, su cabeza, rapada por los lados dejando en medio una recta ancha de pelo rubio, perfecta para hacerse una cresta punk, pero que ahora caía liso hacia un lado. Sinceramente, me parecía guapo. Lucas era tímido, así que costaba hacer que se soltara un poco, pero cuando menos me lo esperaba comenzó a hablar.

-bueno no hay nada mas precioso como tú- dicho esto miró enseguida al suelo. Y menos mal, porque así no pudo ver mi cara la que seguramente estaría en esos momentos mas roja que un tomate.

-em..em …- me quedé en blanco sin poder articular palabra -ay mira esta otra Fender-dije cambiando de tema, como la gran estúpida que soy. Su móvil sonó.

-ups … parece que me tengo que ir, volveré otro día ya lo sabes, un placer ver guitarras contigo- se acercó para darme un beso en la mejilla y salió disparado por la puerta. Me quede clavada en el suelo, viendo como la puerta se cerraba lentamente. Un minuto me tome hasta que conseguí reaccionar, dejé la guitarra que le había enseñado en su sitio y volví al mostrador con Sergio, el cuál se empezó a reír por lo vajini.

-¿De que te ríes?

-¿por qué no sales con él de una vez por todas?

-mira quien vino a hablar- dije riéndome- a tus 23 años y aun no tienes novia?

- yo es que no puedo permitirme tener novia-dijo haciéndose el importante y echandose el pelo rubio oscuro, el cual se habia dejado largo como cualquier heavy que se precie,con un movimiento de cabeza- yo soy un lobo solitario.


Blood Sinner.

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